Ante más de un millón de personas reunidas en la zona de Tor Vergata, el Pontífice animó a los jóvenes a aspirar a lo grande, a la santidad.
En un emotivo cierre del Jubileo de los Jóvenes, el papa León XIV congregó a más de un millón de fieles en la explanada de Tor Vergata, en Roma. El Santo Padre, visiblemente conmovido, dedicó sus palabras a la juventud mundial, enfatizando la importancia de la fraternidad y el diálogo, y renovó la invitación para la Jornada Mundial de la Juventud de 2027 en Seúl, Corea del Sur.
El Pontífice celebró la Santa Misa desde un imponente escenario rojo, blanco y dorado, un microcosmos de rostros y almas de todas las edades y nacionalidades. En su homilía, advirtió a los jóvenes que la plenitud de la existencia no depende de lo material, y luego, tras la eucaristía, rezó el Ángelus e impartió su bendición final, sellando lo que se consideró el evento más concurrido del Año Santo.
“¡Fue una cascada de gracia para la Iglesia y para el mundo entero! Y fue así gracias a la participación de cada uno de ustedes”, expresó el Papa, agradeciendo “uno por uno, de todo corazón”.
Un momento de profunda emoción se vivió cuando León XIV recordó a María Cobo, de 30 años, y Pascale Rafic, de 18 años, las dos jóvenes peregrinas fallecidas en los días previos al evento. María, de nacionalidad española, falleció el 30 de julio antes de llegar a Roma, mientras que Pascale, de origen egipcio, falleció el 2 de agosto a causa de un infarto mientras viajaba en autobús. El Pontífice había recibido a los compañeros de viaje de Pascale en el Vaticano, en un gesto de consuelo y ánimo.
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